La historia del fotógrafo Francesc Boix a su paso por el campo de concentración nazi de Mauthausen.
Como en tantos filmes que explican el sufrimiento de las víctimas de la depravación nazi, la música del compositor se posiciona claramente a favor de quienes sufren con una banda sonora que habla del padecimiento y de la injusticia, pero que ante todo resalta un gran sentido de la dignidad y del honor. Lo hace con un más que notable tema principal, emotivo pero no melodramático, que conoce un desarrollo a partir de una presentación atomizada, germinal, y que lleva hacia una eclosión y elevación que, erróneamente, sucede demasiado pronto en la película. Su significación y lo que evoca, en todo caso, se refuerza por la comparación con algunas músicas siniestras, temas secundarios ad hoc que no corresponden a personajes sino a situaciones concretas pero que en cualquier caso interfieren en el camino del tema principal, resignificándolo. Hay otros temas que también son empáticos con los presos (el de su liberación, por ejemplo) pero no acaban de cuajar y generan cierto desorden en el conjunto.
Esta no es una gran película. Sí lo es bienintencionada, modesta y austera, hecha con medios muy limitados y que se centra más en el relato que no en la ambientación del entorno: sin grandes escenarios, ni multitud de extras, ni siquiera épica. En lo argumental y especialmente en lo dramático tiene también carencias y falta de fuerza, y la directora comete el usual error de pretender que la música eleve aquello que queda a ras de suelo, incapaz de volar. De todos los elementos que conforman este filme es la música el mejor de todos, pues en ella se plasma todo lo que en el resto de la película queda en intento, y es una descompensación y desequilibrio que hace (por supuesto sin ser culpa del compositor) que la música acabe siendo y resultando algo forzada e impostada, poco natural y también dispersa.
La directora aparenta tener prisa por implicar emocionalmente al espectador, o quizás es que desconfía de su propia película, pero en una escena importante pero no la más importante (cuando los presos son forzados a pasar ante un ahorcado) el tema principal llega a sus máximos, en todos los sentidos. Y a partir de ahí, plenamente conocido y asumido, solo puede repetirse y, como repetición, acaba por menguar y decrecer. Y las veces en que vuelve a aparecer ya solo queda en música bella, no conclusiva, menos significada. Esto, unido a algunas deficiencias en el montaje de la música (el final de la escena comentada, por ejemplo) hacen que sea una muy buena música que se pierde en su condición de música cinematográfica.