Al morir una anciana sus hijas se disponen a preparar su velatorio, a pesar de que todo el pueblo les da la espalda. Su herencia y la llegada de un inesperado hermano mayor, dispara la codicia.
El compositor aplica una elaborada banda sonora ambiental y dramática que inyecta en la película (y sus personajes) para crear un entorno progresivamente más enrarecido y tóxico, asfixiante, que se corresponde al lugar, sus secretos y las tensiones acumuladas pero también a la turbación interna de algunos de los personajes. Junto a estas músicas -a ratos sutiles, en otros hostiles, también arcaicas- inserta música dramática de tono moderadamente desolador, angustiado, que expande la fragilidad de los protagonistas, su falta de control y su necesidad de redención. Es una creación ordenadamente caótica, y que aunque es orgánica y surge de la dramaturgia del propio filme busca la inmersión de la audiencia en la historia. Concluye con una hermosa y amarga canción.