Intensa película de catástrofes protagonizada con ímpetu por Sylvester Stallone. Recuerdo que de niño me encantaba y aún hoy la visito de vez en cuando para pasar un buen rato. Evidentemente no es “Hamlet”, pero se trata de una entretenida película que en ningún momento hace trampa ni abusa de exhibicionismos. La historia: un grupo de transeúntes sobrevive a un brutal accidente en un túnel de Nueva York, el cual queda sellado por ambos extremos bajo un manto de escombros y llamas. Además, el túnel pasa por debajo del río Hudson, y la inestabilidad provocada por el accidente hace que pronto todo empiece a llenarse de agua. En efecto, la cosa se complica. A Dios gracias tenemos a un todoterreno como Stallone (mucho mejor actor de lo que algunos pajarracos atestiguan) que entra en el túnel por un acceso sin vuelta atrás e intenta salvar la situación. ¿Emocionante? Para mí, mucho.

Randy Edelman, por aquel entonces colaborador del realizador Rob Cohen, compuso para la ocasión un score muy notable que se ajustaba con milimétrica precisión a los requerimientos del film. En el 96, con nueve añitos, ya empezaba a coleccionar películas y bandas sonoras, y siempre recordaré la ilusión que me hizo este álbum. Significaba mucho para mí tenerlo. Y todavía hoy lo escucho a veces. Me encanta. No puedo evitarlo. Sé que no es ninguna obra maestra pero en mi existencia es tan vital como el aroma de las mujeres. Me conmueve el discurso del compositor para “Daylight”. Me conmueven su sensibilidad y su elegancia. La tensión, la acción, el drama o la esperanza son algunos de los estados por los que discurre la partitura, siempre con fundamento y mucha solvencia. “Daylight” es una de las bandas sonoras que más amo. Forma parte de mi camino, ahora y siempre. Sólo Dios sabe cuánto.