Hoy cumple 90 años el compositor vivo más deslumbrante de cuantos siguen en activo, y también uno de los que, vivos o ya muertos, más han contribuido a hacer que el Cine sea el Séptimo Arte. John Williams llega a la edad de un anciano venerable, y todos asumimos que el camino que le resta se acorta, ojalá pueda prolongarse más años para que su legado sea más extenso. 90 años son muchos, pero aún así tiene energías para seguir trabajando y regalando genialidad y generosidad: ayer mismo se anunció por sorpresa que el próximo mes de marzo regresará a Viena para ofrecer un concierto en el que incluirá el estreno mundial de su concierto para violín número 2, junto a su repertorio más popular.
De la importancia de su obra no voy a disertar aquí, por innecesario y por inabarcable. Sí señalaré que, pese a todo lo alcanzado, Williams sigue teniendo detractores en el mundo de la musicología, y no son pocos los Conservatorios donde es menospreciado cuando no vilipendiado, como no son pocos los que han pasado por esos lugares y sufrido hasta una suerte de bullying por haber manifestado su admiración por el genio. También sucede en los entornos concertistas, como en la propia Viena, donde la Wiener Philharmoniker ha tardado demasiado en integrarle en sus programas, si bien es un muro que por fin se ha derrumbado, como también se están superando las reticencias en las escuelas de música. De todos modos, a sus detractores -o de cualquier otro maestro- siempre hay que pedirles un Plan B (escribí sobre ello), y animarles a que propongan y sobre todo muestren alternativas mejores a Jaws, a ET. a Schindler's List o por supuesto a Star Wars y muy especialmente a Close Encounters. Hay que animarles a hacerlo por si así podemos encontrar a alguien superior que no solo haga buena música sino sobre todo y ante todo que haga mejor cine con ella, en tanto Williams es, además de compositor, un cineasta. Pero, ¿hay Plan B? De momento nadie lo ha propuesto. Y aún así y pese a todo lo hecho y demostrado, hay quistes que son tremendamente complicados de extraer en cuanto lo que significa su labor. Ayer mismo, sin ir más lejos, alguien en twitter comentó esto sobre a raíz de un post mío: Lastima que (Williams) está asociado a pelis su música, bien podrían ser las Sinfonías del Siglo XX (sic) Es decir, es una lástima que su música esté en las películas y no sea seria. Es lo de siempre, una batalla que hay que seguir manteniendo incluso hablando de Williams.
Su trayectoria es también un ejemplo en otro aspecto que debería servir de guía a los compositores emergentes, y es que Williams logró el éxito profesional relativamente tarde: tenía 40 años cuando ganó el Oscar en 1972 por su adaptación de Fiddler on the Roof (71) y era aún un compositor desconocido. Y en 1977, el año de su gran despegue profesional, tenía 45 años. Casi 50 con las primeras aventuras de Indiana Jones y 61 cuando se implicó en la historia de Oskar Schindler. Hoy en día parece que alguien con 40 años que no ha tocado el éxito es un fracasado, y hay demasiada prisa por triunfar con los veintipocos, solo porque algunos lo han logrado. Pero es que los genios como Williams no nacen sino que se hacen: detrás de esos 40 años que tenía al recoger su primera estatuilla había mucho, mucho trabajo, en películas menores o no tan importantes, y sobre todo incontables horas dedicadas a la música. La suma de talento, persistencia y sobre todo paciencia y experiencia es lo que forma parte del éxito. Una meta a la que demasiados quieren llegar mediante atajos.
Son 90 años de genialidad, de aportaciones fundamentales al cine, de ejemplos brutales de narrativa y dramaturgia musical, de elegancia y exquisitez melódica, de pasión por su arte y sobre todo de respeto y admiración cosechado entre varias generaciones. Yo lo descubrí con apenas doce años cuando mi padre me llevó al cine a ver aquella película de aventuras en las galaxias. Fue un impacto, me emocionó muchísimo. Desde entonces no he dejado de celebrarle, de admirarle, de respetarle y de quererle. Feliz cumpleaños, maestro.