No hay compositor cinematográfico que genere tanta controversia como Hans Zimmer en casi cada nueva obra, con admiradores y detractores enconados, apasionados y en algunos aspectos también muy enervados. Los más acérrimos de sus defensores y los más extremos de sus opositores no tienen punto de encuentro ni se avienen a reconocer alguno de los argumentos del contrario: o se es fan de Zimmer o se es anti-Zimmer, sin sitio para los que somos equidistantes. Yo lo vivo sistemáticamente en MundoBSO: si hago una reseña positiva los anti-Zimmer me acusan de apoyar un tipo de música que ellos odian; si mi reseña es negativa, soy automáticamente destructor de Zimmer. Si la crítica es tibia, recibo por los dos lados. Es divertido, yo desde luego me lo tomo así, desdramatizándolo, porque le da vidilla a la pasión por la música de cine y casi incita a organizar un símil del Palio de Siena y sus competiciones a caballo en la maravillosa piazza del Campo, con las contradas Zimmer y anti-Zimmer a caballo. Pero realmente hay un trasfondo más serio en ambas posturas y en las dos hay verdades que deben ser consideradas. ¿Podrán encontrarse, reconciliarse y llegar a ser compatibles?
Estos días se está produciendo en el Club MundoBSO un intenso debate sobre este tema, que la próxima semana traeré a la web en forma de artículo/resumen para su archivo. Es un debate civilizado donde varias personas exponen interesantes ideas y argumentos. Yo no estoy en contra de Zimmer ni tampoco soy defensor inércico del compositor alemán. Soy defensor de la buena música de cine, y punto. En el caso de Zimmer, hay que saber diferenciar el artesanal del comercial: el primero me interesa muchísimo y del segundo hay cosas muy interesantes y otras que a mi parecer lo son mucho menos. Zimmer es cineasta, sabe de cine, de narración y dramaturgia cinematográfica, de lo mucho que aporta la música al lenguaje audiovisual... pero también está el business man, el que sabe que un producto como Wonder Woman 1984 (20) -que hoy se estrena- es un espectáculo y no un lugar para filosofar, un tipo de filme donde aplica aquello de facilitarle una experiencia a la audiencia, que tantas veces ha comentado. Aquí no me funciona por las razones expuestas en la reseña, pero no hay que darle mayor relevancia: no es más que una obra de tantas, pensada para un tipo de público determinado.
Si Zimmer genera tanta controversia es por su monumental éxito: no hay que olvidar que Giorgio Moroder también la generó, aunque a mucha menor escala simplemente por la inexistencia de las redes sociales y la falta de facilidades de comunicación entre la gente, solo por eso. Musicalmente es polémico también, pero ni Williams ni Morricone se libran de tener detractores, especialmente en el ámbito de la musicología. El debate y la controversia alrededor de Zimmer se mantendrá abierto parece que por mucho tiempo, así que solo queda esperar y desear que los enfrentamientos que genere sean amistosos y constructivos.