En los Goya, los Oscar, en cualquier premio y también en cualquier referencia informativa o crítica de cine se distingue entre apartados artísticos y técnicos, y en estos últimos se incluye siempre la música: en las absurdas ficha artística y ficha técnica no se encontrará en las primeras a los Morricone, Williams o Goldsmith. Los compositores no son técnicos, son creadores, pero mientras se les siga encasillando donde no corresponden se minusvalorará y desconocerá el alcance real de su aportación en el cine. Y no solo sucede con ellos, además. Así lo expresaba esta semana en su cuenta de Facebook el sonidista Randy Thom:
Tengo gran respeto y admiración profesional por Randy Thom, ganador de dos Oscar y con otras trece nominaciones. Soy admirador suyo desde Never Cry Wolf (83), la primera de sus candidaturas, pues me abrió mucho los ojos (no solo los oídos, como también me pasa con la música) respecto al uso del sonido con fines dramáticos, y sus frecuentes intervenciones en la red social defendiendo la creatividad dramática y artística en su profesión es una fuente de aprendizaje. El sonido está casi siempre vinculado a la música, en sinergia o en competición, y conocerlo mejor ayuda a entender más la música en el cine. Efectivamente, los Oscar técnicos son para los constructores de maquinarias, no para músicos, directores de fotografía, sonidistas o montadores, cuyas aportaciones son artísticas. Y debería ser hora que las fichas de películas reserven para el equipo técnico a electricistas, claquetistas, sujetaperchas, conductores y un largo etcétera cuya aportación no es artística pero sí muy digna y valiosa. Y que eso se extienda además en las consideraciones y comentarios de locutores, redactores o quien quiera que escriba o hable sobre cine. Catalogar como apartado técnico la música de una película es despreciativo y despreciable, aunque no exista la pretensión de subestimar, pero lo que llega a ojos y oídos de millones de personas por parte de supuestos entendidos en la materia es que lo que hacen los compositores es mero oficio, y no arte.
Son muchos los frentes en los que hay que pelear y argumentar para poner en valor la aportación de la música de cine. Este no es menor y lamentablemente no es el único. Ni los compositores son parcheadores, ni son gondoleros, ni albañiles que encajan su música en las imágenes, ni son solo generadores de emociones, ni tantas otras estupideces y falsedades que se escuchan también en nuestro ámbito. Son cineastas. Randy Thom y sus colegas lo son absolutamente. Los compositores también.