Unas vacaciones familiares en Long Island se ven interrumpidas por dos desconocidos que traen noticias de un apagón. A medida que crece la amenaza, deben decidir cómo sobrevivir a la crisis mientras se enfrentan a un mundo que se derrumba.
Reseña de Javier González:
Este filme es un remedo huero, una copia barata de películas de M. Night Shyamalan o Jordan Peele, que presenta un envoltorio sofisticado en su puesta en escena, marcada por unos artificiosos y gratuitos movimientos de cámara, pero que resulta superficial y genera más indiferencia que la reflexión que prometía su interesante, aunque nada original, planteamiento argumental. Los notables créditos iniciales (al estilo de Hitchcock/Saul Bass) son acompañados por una canción comercial en vez de establecer el tono musical del resto de la película, como sí hicieron con sobresalientes resultados Bernard Herrmann o James Newton Howard en otras secuencias iniciales de las que esta es deudora.
La partitura de Mac Quayle (inspirada en Olivier Messiaen, según palabras del propio compositor), se apoya principalmente en el piano para crear de inicio una atmósfera inquietante y estimulante (que evoca a Newton Howard), pero que acaba por resultar anodina y sin evolución. Para los momentos de mayor tensión hay otros elementos además del piano, destacando las cuerdas disonantes y unos ritmos y percusiones constantes y repetitivos, que si bien ayudan a generar cierta angustia, en ocasiones es una música excesivamente impostada y estridente para intentar maquillar de alguna forma el escaso interés de lo que sucede en las escenas, como es el caso del montaje paralelo del clímax final (incluido el absurdo enfrentamiento con una manada de ciervos). En definitiva, una propuesta cinematográfica y musical que se puede definir de mucho ruido y pocas nueces.