En el planeta desértico Arrakis vive una comunidad que espera con ansia la llegada de un mesías para ayudarles a combatir contra el maligno imperio de Harkonnen Ese será Paul Atreides, que confía en poder recuperar el renombre de su casa, pero que pronto se verá envuelto en una trama de traiciones y engaños.
Esta película relata una historia, como cualquier filme, pero es también una experiencia que pretende ser inmersiva para sumergir -y de algún modo hacer partícipe- a la audiencia. Es esta una meticulosa y espectacular recreación del universo de Frank Herbert donde todo contribuye a la consecución de un todo, y la música de Hans Zimmer forma parte indisociable de la estética, la dramaturgia y el contexto del futuro. Y es precisamente en este contexto en el que la música se ubica.
No es esta una banda sonora de estructura temática clara, ordenada y melodías nítidas que se exponen a la audiencia cumplimentando, complementando y explicando aquello para lo que han sido creadas. Eso podría funcionar como en tantas otras ocasiones pero quizás se correría el riesgo de percibirse anticuado y en consecuencia verse Dune como una película de entretenimiento más. Por y para ello, Zimmer, crea una música de futuro cuyos vínculos con el pasado -que los hay- quedan diluidos y suenan, precisamente, a elementos de un pasado ya lejano y casi olvidado. No es esta una sucesión de músicas con fines meramente estéticos, aunque también la hay: la música no está para explicar sino para dramatizar, su rol en este espectáculo es muy importante pero no es un elemento principal cuya ausencia afectara la comprensión de la historia o el entendimiento del conjunto de la película, sino que funciona y muy bien como apoyo y complemento, en ocasiones de los efectos sonoros y también de las imágenes, del campo visual.
Pero también, y especialmente, de los escenarios, personajes y en lo dramático. No es esta una sucesión de músicas con fines meramente estéticos porque sí hay un abanico de motivos musicales o también temas que representan a personajes como la familia Atreides, a lugares como Arrakis, a monstruos como el gusano o a entes como Kwisatz Haderach, entre otros. Son motivos o temas que se presencian para aportar perspectivas o matices de lo que representan: lo épico, religioso, arcaico, violento, trágico, lírico... ¡tantos!, todo ello generando un caos muy calculado y con lo que se da intensidad, inmensidad y profundidad al resto de la película. Toda esta amalgama de referencias, motivos, temas, emociones, tonos y colores emprenden un viaje que arranca en la oscuridad (los primeros minutos de la película son de un fatalismo musical extraordinario) y va en busca de la luz, hacia la esperanza por la salvación. Y este es el principal cometido que tienen las músicas de Zimmer: facilitar una experiencia a la audiencia, que es la obsesión tantas veces proclamada del compositor alemán, a la vez que crear película. Podía haber sido otra la opción, pero esta ha funcionado.