Film semiautobiográfico de la infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño, influido por su excéntrica madre artista y su padre ingeniero informático, descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad.
Tras cincuenta años haciendo cine juntos parece que el camino que Willliams y Spielberg iniciaron en The Sugarland Express (74) termina en este filme de evocaciones y recuerdos, si se confirma la definitiva retirada del venerable anciano compositor. Esta es también una partitura para las evocaciones y los recuerdos, íntima e intimista hasta lo tuetánico, con un austero tema principal con el piano como protagonista (la madre de la película -en realidad del propio Spielberg- es pianista con carrera frustrada), que reforzado con orquesta de cámara, expresa afecto y nostalgia. Hay algunos contrapuntos de oscuridad, dramáticos, pero el tono general que se impone es el positivo, alcanzando momentos conmovedores especialmente en la relación de la madre con su hijo.
El tono discreto de Williams responde a la elegante decisión de no remarcar ni enfatizar sino apoyar y respetar el foco de atención emocional de la película, que es el que se expresa desde las acciones, interpretaciones y diálogos. Hay, así, muy escasa presencia de la música original del compositor (la más exigua en toda la carrera juntos) y esta no se dispone para estructurar narrativa o dramáticamente el filme sino para hacer acto de presencia en determinados momentos y, también, cerrar la película. La música clásica (la que toca la madre) y selecciones de diversas bandas sonoras del Hollywood dorado complementan una banda sonora que, si efectivamente es la despedida del cine del maestro con Spielberg, supone un adiós con suavidad, discreción y mucha finezza.