Una escritora se reencuentra con una amiga de juventud cuando sabe que está enferma terminal. Pero cuando esta le pide ayuda para llevar a término una firme decisión debe asumir su propia y difícil decisión.
La música de Alberto Iglesias en este filme funciona como un torbellino de emociones que resultan hiperbólicas, cambiantes, inestables e inseguras, con músicas de diversos tonos y colores, confusas, que tropiezan consigo mismas, que en momentos suenan a folletín melodramático desconcertantemente cómico y en otros son de hondo calado, que pasan de estar en un plano orgánico, del contexto, a un nivel sublimado, abstracto. Todo este caos representa y amplifica lo que genera el personaje de Ingrid (Julianne Moore), quien pasa por todo tipo de emociones, tales como la sorpresa, la incredulidad, la incerteza, el sufrimiento, la aceptación... pero poco o nada de eso cambia el rumbo de Martha (Tilda Swinton), que por el contrario es firme e inamovible en su determinación, lo que también se refleja en una música estable y sólida como el tema musical que, íntegro o en modo de motivo, cohesiona y marca de modo determinante el camino hacia adelante, al que Ingrid se une. Las dos mujeres logran unirse y comprenderse, pero sobre todo ayudarse, también Martha a Ingrid, pues a cambio de su auxilio recibe una hermosa paz musical.