Este filme lleva al personaje a un territorio más cercano a la saga James Bond que a la creada por Stieg Larsson, pues es básicamente acción, aventura y entretenimiento. Y acción, aventura y mucho entretenimiento es lo que se consigue especialmente gracias a la música de Baños, el valor más solvente y sólido de toda la película.

Los pilares sobre los que estructura su arquitectura narrativa son muy sencillos, y es en su aplicación y desarrollo donde la exquisitez y la complejidad son resaltados a niveles, en no pocos momentos, de ejemplaridad. Todo gira en derredor de un tema principal que es empleado en incontables ocasiones (también en su forma básica de motivo de escasas notas) y que se expande como una tela de araña (ojo al título original del filme, porque la música es exactamente eso) tanto sobre la protagonistas como sobre el espectador. El propio compositor, o al menos es lo que consta en la edición discográfica, le atribuye este tema a ella (Lisbeth's theme), pero la película desmiente -y además categóricamente- que sea así. Ni el personaje se explica con este reiterativo, retentivo y magnífico tema, ni tampoco es explicado en sus pensamientos o emociones a través de él. Tampoco se emplea como referencia a su presencia.

Este tema se posiciona en un nivel dramático y sobre todo argumental muy superior al propio personaje, aunque ciertamente converja y tenga sinergias inevitables. Por buscar una referencia similar, hay que recordar lo que hizo Alexandre Desplat en la película de Roman Polanski The Ghost Writer (10), donde el tema principal era la figuración de la corporación a la que se enfrenta el protagonista, solo presenciada desde la música (ver vídeo explicativo) En este filme de Fede Álvarez, si ciertamente la intención era crear tema de personaje, entonces hay que señalar que el resultado es confuso, aparatoso y torpe, pero la propia película niega que sea así: la música es una referencia, de algo que no se sabe ni se conoce, que se omnipresencia tejiendo esa tela de araña a veces muy pegajosa, otras amenazante, también extrañamente seductora e incluso humanizada desde una perspectiva dramática. Aparece de modo constante, probablemente más de un centenar de veces, y tiene el doble efecto de generar a la vez inquietud y atracción, pero sobre todo marca una suerte de camino que conduce hacia algo, que es a donde van personajes y espectadores... un ejercicio imponente de narrativa cinematográfica de la música.

Todo lo demás es menos importante: músicas para la acción, temas para el suspense, una siniestramente refinada música que se aplica en torno a la mansión, e incluso un lánguido y afectado tema central para la hermana de la protagonista y para el pasado en el que estuvieron unidas. Todos ellos, evidentemente, hechos con exquisitez (y con la aportación en música adicional de Vanessa Garde, un valor muy emergente). Esta banda sonora demuestra lo mucho que vale Roque Baños y evidencia por la comparación las limitaciones de otros autores que trabajan en el cine mainstream actual. Porque la suya es música con mayúsculas. Y además, no siempre en él pero aquí desde luego sí, es cine.