Un hombre desconoce que tiene poderes especiales, hasta que entra en contacto con un extraño personaje que hace que asuma su singularidad.
El compositor crea una atmósfera de apacible forma y tenso fondo, que va desarrollando a la par que el metraje, de manera creciente. La tonalidad claroscura, también dominante, va consolidándose en base a disonancias y crescendos orquestales, que penetran tanto en el estado de ánimo del espectador como reflejan la turbulencia emocional del personaje en su angustia. Da una lección de eficiencia y contención que no permite que las melodías sean reconocibles, a pesar de la omipresencia de un motivo musical de cinco notas. Eso es lo que contribuye a penetrar en el inconsciente de quien lo está escuchando, sin que se de cuenta de ello.