Carlos Boyero es un veterano crítico de cine que levanta pasiones a favor y en contra, y cuyos textos tienen, prácticamente siempre, mucho éxito. Publica en El País, es muy irreverente y se ha significado por ser muy poco afecto al cine de Pedro Almodóvar. Practica lo que vendría a ser la crítica yoísta, pues todo lo hace girar en función de su propia experiencia personal: si le gusta una película es porque le gusta; si no le gusta, porque no le gusta. No se apoya en el razonamiento que proviene del análisis, de la estructura o de las formas, sino sustancialmente Carlos Boyero se apoya en sus propias emociones, algo que yo creo -y además radicalmente- que cualquier crítico debería evitar. Lo que sí creo -y además firmemente- es que es sincero: dudo mucho que haya inquina en sus palabras o que actúe en función de amistades o de enemistades.
Quizás es en la combinación de ambas cosas (el ser emocional y que no se dude de la sinceridad de sus opiniones) donde ha encontrado el éxito. Bien por él, mal seguramente por el resto de la profesión, pues puede llegar a dar la apariencia general que cualquier razonamiento que sea elocubrado y elaborado es espeso y demasiado complicado. Milan Kundera hablaba de dos tipos de crítica y críticos: el primer tipo son los que hacen la crítica inmediata al salir de una sala cine, un teatro, un concierto y expresan su impresión sin darse tiempo a una mínima digestión. Carlos Boyero y similares son de este grupo. No lo cuestiono, pero se parte de lo impulsivo y a menudo se cae en una falta de profundidad que redunda en la poca utilidad para los lectores. Por otro lado, están quienes se dedican a analizar la obra en profundidad, evitando guiarse por las emociones generadas sino por razonamientos más o menos objetivos, y sobre todo intentando acercar a sus lectores a la obra analizada, para descubrir de ella dimensiones nuevas, para señalar sus virtudes o explicar sus defectos.
En este grupo están Ernst Gombrich, Slavoj Zizek y a nivel de crítica cinematográfica española hay varios: Fausto Fernández, Jesús Palacios, etc. Humildemente me incluyo en este grupo: nada hay que me apasione más que intentar elaborar análisis de bandas sonoras lo más alejados posibles de lo emocional y lo más cercanos a lo estructural. Creo que lo demuestro en cualquiera de mis vídeos de Lecciones de Música de Cine o en aquellos textos que no son simples comentarios superficiales sino críticas razonadas, argumentadas y elaboradas. Me apasiona hacer ver lo bueno que hay en una música cinematográfica cuando hace mucho en beneficio del cine y su lenguaje, pero no me apasiona menos intentar mostrar lo que considero son errores.
Es lo que intenté hacer argumentando por qué no me gustó lo que hizo Alberto Iglesias en Madres Paralelas (21) -que puede ser compartido o no, eso por supuesto-, pero lo cierto es que llevo toda la semana contestando a gente que no soy anti-Almodóvar, y mucho menos anti-Iglesias, basta con leer todo lo que he escrito sobre ambos en anteriores películas, y llevo una semana insistiendo que lo que yo sienta o lo que me transmita la película y su música es cosa mía y no la base de mi argumentación. Pero estamos en tiempos donde se confunde crítica con reacción emocional, y no es lo mismo. ¡No todo es ser como Carlos Boyero!