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UN HOMENAJE INACEPTABLE

10/02/2022 | Por: Conrado Xalabarder

El pasado martes, coincidiendo con el 90 aniversario de John Williams, el programa de TV3 Tot es mou creyó buena idea rendir un homenaje que acabó siendo lamentable, con errores importantes, el foco puesto en lo menos relevante y, lo peor de todo, proyectando que Williams es un copiador ante una audiencia que se estima en más de 100.000 personas. Podéis ver el clip íntegro en catalán aquí. He recortado pequeñas partes (bromas irrelevantes entre los intervinientes, que nada importan para lo que nos importa), y lo he subtitulado:

Quienes hablan son Pedro Pardo (compositor y pianista) y Albert Galceran, estudioso y difusor de música clásica en radio y televisión. Arrancan con un error garrafal sobre Fiddler on The Roof (71): No todo el mundo sabe que es de John Williams, afirman, pero lo que todos los conocedores de Williams saben y ellos no es que no es de Williams sino de Jerry Bock, que su aportación fue la de adaptador y que fue por ese cometido que se le dio el Oscar. Dice Pardo: realmente no parece una obra suya.

Toda la explicación arranca, pues, de un fundamento erróneo y desinformado, y aún así la vinculación con Mahler está cogida con pinzas, cuando ellos mismos afirman que Mahler utiliza melodías de origen judío, lo que naturalmente Bock también hizo.

Pero hoy que es el aniversario de Williams seremos buenos y no querremos insinuar que haya copiado nada, de ninguna manera! No suena nada igual... solo un poco igual.

Cuando estas chanzas se dicen ante una audiencia de docenas de miles de personas se afirma lo que se dice no estar afirmando, y encima sobre algo que ni es de Williams. A continuación relacionan Stravinsky con Jaws (75) o Wagner con Star Wars (77): Me sabe mal, pero aquí la influencia wagneriana en Star Wars es más que obvia, como mínimo por el tratamiento que tiene la música respecto a los personajes, afirma condescendiente Galceran. También patina en esto: si se quiere buscar un referente -deliberado, por cierto- se encontrará más directamente en Korngold que en Wagner, y es que además el método wagneriano de tratamiento musical de personajes existe en el cine desde los mismísimos inicios, incluso en las músicas para películas mudas, por la gran ayuda narrativa que su estructura y atribución temática prestaba: Max Steiner, sin ir más lejos, siempre negó ser inventor de la música de cine y ese mérito se lo atribuyó al alemán.

Me pregunto si sucedería que si a Pardo y Galceran les encargaran un espacio para homenajear a Pablo Picasso le dedicarían la mayor parte a señalar las similitudes entre las Meninas del genio malagueño y las de Velázquez. Esto es un sinsentido y una pérdida de valiosísimo tiempo televisivo. Es evidente que ningún compositor formado puede ni probablemente tampoco quiera escaparse de las influencias de los músicos que más admira. Las citas y referencias son una constante en la obra de cualquier artista: sea músico, escritor, pintor o director de cine. A Tarantino nadie le llama plagiador por hacer propio tanto del cine ajeno, pero parece que los compositores en el cine no pueden hacerlo sin ser penalizados por ello. Sucede, además, que la música en el cine se rige con otros códigos y principios diferentes a los de la música para concierto, y hay que comprenderlos para comprender lo que es la música de cine. Pero es demasiado largo para exponerlo aquí y ahora.

Excluidos los errores cometidos y las comparaciones con pinzas, no voy a negar o refutar lo que Pardo y Galceran afirman, aunque habría sido más honesto que hubieran remarcado que los parecidos razonables lo son de una parte concreta, no del total de las piezas. Las referencias a Stravinsky en Jaws pueden parecer obvias y quizás sean deliberadas, aunque el uso de ostinatos es un recurso común en muchísimos compositores. En todo caso la música tiene una razón de ser muy interesante: podría haberse explicado cómo Williams salvó del completo desastre al filme gracias al uso del leitmotif que permitió multiplicar la presencia del escualo sin necesidad de mostrarlo, o cómo propuso que todo el entorno del escualo sonase refinado, elaborado, sofisticado, culto, stravinskiano, en tanto a los humanos atribuirles pastiches de fanfarrias korngolianas, propias de héroes de todo a 100, espléndidamente bien hechas, eso sí, pero que por la mera comparación hiciera a los cazadores seres inferiores ante otro infinitamente más inteligente... ¡ahí está además el deliberadamente chirriante tema barroco titulado turistas en el menú con el que Williams presentaba la llegada al pueblo de las provisiones de alimento del escualo!

De Jaws podía contarse eso y de sus otras colaboraciones con Spielberg mil cosas, muchas bellísimas: ¿no era más hermoso explicar que ante la indecisión del director Williams decidió fusionar en una las dos propuestas para tema principal de Raiders of the Lost Ark (81) -que es un prodigio-, o las increíbles lecciones de dramaturgia y narración cinematográfica de películas como Close Encounters of the Third Kind (77) o E.T. The Extra-Terrestrial (82) o de tantas otras, o el compromiso expuesto en Schindler's List (93), cuya música es una de las obras poéticas más conmovedoras de la Historia del Cine? De todo eso y de tantas cosas -fuera de galaxias o de Spielberg- podía haberse hablado, ante 100 o 200 mil espectadores, en lugar de esas (y pido perdón) solemnes imbecilidades. Hay tantas y tan apasionantes cosas que decir sobre John Williams que dedicar diez minutos a lo más banal -y encima con errores de bulto- resulta inaceptable y doloroso, y más pensando que por culpa de ello miles y miles de personas se quedarán con la idea de que ese Mozart del Siglo XX, como lo calificó Gustavo Dudamel, no es más que un compositor de éxito que necesita copiar para poder crear. Inaceptable y muy dañino. Tanto Pardo como Galceran sostienen que son admiradores y que respetan a Williams, pero espero que la próxima vez lo demuestren. Solo les haría falta conocerlo bastante mejor.

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